domingo, 3 de junio de 2007

Sin verdad no hay periodismo

"El periodista tiene un compromiso con los ciudadanos, por lo que su mayor obligación es buscar la verdad". "Es muy difícil que una información sea objetiva completamente, pero lo que es indispensable es que sea cierta". "Si se miente aunque sea únicamente en el color de los ojos, el valor de la información y la credibilidad del periodista disminuyen notablemente".

Frases como estas son muy repetidas por los profesores de la licenciatura de periodismo, especialmente durante el primer año. Y es que la primera y principal premisa que debe tener el periodista, su patrón a seguir, es siempre la búsqueda de la verdad. Sin embargo, hay algunos, como Stephen Glass, que prefieren violar los principios éticos con tal de mantener una gran reputación dentro de su propia redacción, aun a riesgo de hacer que sea el medio quien pierda esa reputación.
El caso del que hablo sucedió en 1998. La prestigiosa revista norteamericana The New republic despidió en mayo de ese año al periodista Stephen Glass tras destaparse un escándalo de enorme magnitud. Glass fue descubierto después de cometer varios casos de fraude periodístico, concretamente en 27 de sus 41 artículos o trabajos, en los que la gran mayoría de los datos eran invención de su autor.

El artículo que provocó el descubrimiento se llamó Paraíso Hacker, que involucraba a un supuesto adolescente hacker, quien fue contratado para trabajar en una gran compañía después de haber entrado en sus sistemas exponiendo sus debilidades de seguridad. Es destacable que en el momento en el que comenzaba a rodar el periodismo digital, fuera precisamente un medio digital, Forbes.com, quien destapara la gran mentira de Stephen Glass, a través del reportero Adam Penenberg principalmente. El caso fue posteriormente llevado al cine en 2003 con el filme El precio de la verdad, protagonizado por Hayden Christensen.


Lo cierto es que el caso arroja falta de ética y de criterios periodísticos a borbotones. Quizá la mayor parte de responsabilidad la tiene por supuesto el autor de la farsa, quien no debería tener arrestos para llamarse a sí mismos periodista. Pero no es menos cierto que la revista cayó en un error monumental, al no ser capaz de verificar los datos que proporcionaba Glass en ninguna ocasión. En cualquier caso, a una profesión a la que ya de por sí se le acusa a veces de falta de honestidad le hacen mucha mella escándalos de este tipo, que ensucian la labor honrada que sí hacen otros muchos profesionales. Y es que con su falta de veracidad, Glass ensució el nombre y la imagen de toda una institución en el periodismo norteamericano.

Aquí teneis un vídeo de la peli acompañado de música.












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